La leyenda de Santa Orosia

Orosia era, según dicen, una princesa procedente de Aquitania que llegó a aquellas montañas acompañada de un numeroso séquito camino de Toledo, donde estaba destinada a contraer matrimonio con un príncipe godo. Su largo viaje coincidió, sin embargo, con la invasión agarena, de la que ni siquiera tuvieron noticias al emprender su andadura. Así, la comitiva principesca, al pasar por los montes cercanos a la localidad de Yebra, tuvo la desgracia de tropezarse con una numerosa partida de musulmanes que los hizo prisioneros.

El cabecilla de aquella partida, Aben Lupo, se sintió inmediatamente enamorado de la princesa cristiana y la requirió de amores, pero fue rechazado una y otra vez por Orosia, que sentía sobre todo la incompatibilidad de su fe con las creencias de aquel moro que pretendía convertirla al islamismo y casarse con ella según sus creencias religiosas. El enamorado caudilo echó mano de todos los trucos imaginables para convencer a la cristiana y, ante sus firmes negativas, no encontró otra solución que intentar convencerla recurriendo al miedo. Así, en presencia de la virtuosa princesa, hizo degollar a su propio tío y a su hermano, que la acompañaban. Con ello no logró otra cosa que afirmarla en sus convicciones y, finalmente, desesperado por el mismo horror que había despertado en su amada, la hizo también decapitar con todos los demás miembros de su comitiva y arrojó sus cuerpos a una sima cercana.

Santa Osoria
Pasó el tiempo y la poca gente que tuvo noticias de aquella matanza buscó primero inútilmente sus restos y luego olvidó el suceso. Pero un buen día, mientras conducía su rebaño, un pastorcillo de Yebra distinguió luces que salían de una covacha y, al acercarse, sintió que de ella salía un aroma indefinible. Cuando se asomó encontró los restos de los mártires y, entre ellos, el cuerpo decapitado e incorrupto de la princesa Osoria. La noticia corrió por toda la comarca y, muy pronto, el cabildo de la catedral de Jaca reclamó la reliquia de la princesa, que inmediatamente después de ser encontrada fue proclamada santa y comenzó a hacer prodigiosos milagros. El pueblo de Yebra, en cuyo término había tenido lugar el hallazgo, reclamó por su parte el derecho a conservar a su santa y sólo largas conversaciones con la autoridad religiosa abocaron en una solución: Yebra conservaría la cabeza de la princesa mártir, pero el cuerpo sería trasladado a la catedral jacetana, donde habría de recibir el culto apropiado para que su santidad fuera conocida de mayor número de fieles. Y así se hizo. Y, desde entonces, la reliquia de Santa Osoria siguió repartiendo milagrosos favores desde su capilla del templo catedralicio.

El cuerpo de la princesa aquitana se sigue conservando en la capilla especial que se le construyó junto al claustro de la catedral. Esa capilla tiene una disposición muy significativa, porque fue levantada justo a los pies de la gran nave central, de tal manera que su estructura conformaba como los dientes de una llave cuyo cuerpo lo constituiría la nave misma del tiempo. Este simbolismo de la llave se repite en numerosos templos cristianos, y la disposición del enterramiento sagrado llama la atención por el mensaje que transmite. Todo hace pensar que, tanto aquí como en otros lugares con las mismas características, la capilla debía transmitir la idea simbólica de que aquella llave estaba destinada a guardar y a descubrir un determinado secreto a aquellos que fueran capaces de captar debidamente su significado. El secreto en cuestión, en nuestro caso, sería probablemente la identificación del culto a la princesa mártir con sus cultos ancestrales rendidos a personajes femeninos, como la Perséfone de los misterios eleusinos, a los que se traspasaría el papel sagrado antiguamente destinado a las divinidades femeninas de las antiguas tradiciones precristianas: diosas que participaban de la maternidad telúrica y de la pureza y que, con el tiempo, serían absorbidas por la devoción popular mariana, que vino a asumir una parte fundamental de las creencias propiciadas por el cristianismo a partir del siglo XII.

Hoy, el culto a Santa Orosia ha sufrido un considerable retroceso en su vertiente popular, pero, hasta no hace todavía un siglo, la devoción por su reliquia constituyó una de las celebraciones más singulares de aquellos contornos. Porque la santa adquirió buena parte de su fama por sus especiales poderes para sacar los diablos del cuerpo de los endemoniados. Y, así, en los días de su festividad, acudían a Jaca familias enteras acompañando a los pobres que habían tenido la desgracia de caer poseídos por el diablo, para invocar los favores de la reliquia.

El ritual que se llevaba entonces a cabo, y que era precedido por una procesión durante la cual se conducía a los endemoniados hasta la catedral, consistía en atarles a aquellos desgraciados cintas de colores a los dedos y dejarlos juntos durante toda la noche y en la mas absoluta oscuridad en a capilla de Santa Orosia, entregados a sus terrores y a sus histerias. A la mañana siguiente salían magullados y medio muertos después de aquella experiencia colectiva. Entonces, los familiares procedían a contar las cintas que se les habían desprendido de los dedos. Y cada cinta suelta era, según fama, un diablo que había abandonado su cuerpo.

El Olimpo de los dioses celtas y los guerreros de piedra

Y será en la cima del mencionado Pindo, al que "... le convierte admirablemente el nombre de monte Pindo y creo que será antiguo y que se le habrá puesto a imitación del Pindo de la Grecia", donde el intelecto popular sitúe el Olimpo de los dioses de los invasores celtas. La sierra de O Pindo es un accidente montañoso de carácter rocoso que presenta muchas dificultades para el viajero que la quiera recorrer a pie, y que cae abruptamente al mar. Está situada en el ayuntamiento de Carnota, una localidad marinera con topónimo celta, pues "carn" significa "piedra", conocida por el arenal que discurre por su costa que tiene a gala ser el mayor de Galicia con sus siete kilómetros de largo. Al norte del macizo de O Pindo desciende al mar un río, el Xallas, que hasta la construcción de la central eléctrica desemboca sus aguas directamente al océano en una cascada de más de cien metros de altura, acontecimiento único en Europa ...

... cae no haciendo salto o catarata, sino precipitándose
y haciendo cascada y haciendo un pozo de inmensa profundidad,
y peligroso y levantando como un monte de espuma
pues el Ézaro lleva mucha agua.

                                                              Padre Sarmiento 

Allí, al pie del fin del mundo conocido, descansarían los dioses y hacia este lugar irían las almas de los guerreros muertos en la batalla. El propio monte, en realidad una sucesión de agrestes cimas, desde siempre ha ejercido una atracción especial en el folclore local, alimentando leyendas y ubicando en él lugares mágicos relacionados con sacrificios, fertilidad y muerte, pero también con fabulosos tesoros como el de la misteriosa Reina Lupa, ligada, como veremos, con la traslación del cuerpo del apóstol Santiago al lugar de su definitivo enterramiento: Copostela. La curiosa morfología del roquedo ha adquirido en la mentalidad popular formas antropomórficas y es abundante la identificación de éstas con representaciones humanas. Así, la visión de la cima del Pindo nos presenta multitud de antiguos guerreros petrificados que han encontrado en sus alturas la última morada teniendo como eterno compañero al crepúsculo.

Monte Pindo
En las Rías Baixas la península de Bardanza es un promontorio montañoso que separa las rías de Muros-Noia y Arousa, resistiéndose a morir en el océano formando una postrera estela de islotes conocidos como islas Sagres que, junto a la isla de Sávola, protegen la ría de Arousa del embate oceánico en su ribera norte. Barbanza es un territorio de poblamiento primitivo que presenta un importante patrimonio arqueológico y abundante folclore ligado a sus pobladores más antiguos. En estas tierras no sólo han dejado un enorme patrimonio pétreo sino innumerables mitos y leyendas, una de las cuales relaciona la formación de este pequeño archipiélago en torno a Sálvora con la penetración de los pueblos celtas que llegaron por el mar.

En el principio de los tiempos, este territorio estaba bajo la protección de un encantamiento que frenaba los posibles deseos de conquista de los pueblos belicosos ya que aquellos que se arriesgasen a ignorarlo quedarían convertidos en piedras. Mas la osadía de los celtas tuvo su justo premio al cumplirse el encantamiento salvándose sólo uno de sus jefes, Saefes, que para evitar sufrir el mismo destino que sus tropas se casó con Forcadiña, la hija del jefe de los oestrimnios, pobladores de estas tierras, teniendo un hijo al que llamaron Noro. Descubierta la treta, el hechizo se apoderó de la pareja y de su hijo. Saefes quedó transformado en el peñasco conocido como "Home de Sagres" con la lengua rajada en siete pedazos (las conocidas como "Sete língoas"), corriendo su mujer e hijo la misma suerte al convertirse para la eternidad en los islotes de Forcadiña y Noro.

Pero no está sólo Saefes en su hechizo ya que todo su ejército lo acompaña, convertidos en peñas e islotes, esclavos del encantamiento hasta el final de los tiempos.

Scéla Mucce Maic Dátho (El cerdo de Mac Datho)

La saga El cerdo de Mac Datho, recogida en un manuscrito del siglo IX a.de.C., trata de sucesos muy anteriores, que ocurrieron antes del llamado "periodo heroico", que empezó en los años
inmediatamente anteriores a la era cristiana y continuó durante un tiempo después de ella. Muchos de los personajes que aparecen en esta historia son también actores en otras sagas y romances: Conall y Ailill son los consabidos líderes de Ulster y Connacht, pero el rey de Leinster es aquí Mesroda Mac Datho, no su hermano Mesgegra, que aparece en El sitio de Howth, y el guerrero-campeón de Ulster no es aquí Cú Chulainn, sino su camarada de más edad, Conall Cernach. De hecho, esta es una de las pocas sagas del Ciclo del Ulster donde no aparece el joven guerrero Cú Chulainn.

La historia dramatiza la pugna, a menudo armada, por conseguir la porción del campeón (curadmír), el mejor y más exquisito trozo de carne en un banquete. El texto aquí reproducido es el recogido en el Book of Leinster, según la edición de Windisch, con algunos pasajes de MS Rawlinson. Existe una versión ligeramente diferente, la de Kuno Meyer en Anécdota oxoniensia, tomada del manuscrito de Rawlinson del siglo XV. El texto, siguiendo las arcaicas pautas indoeuropeas (y entre ellas las célticas), se halla básicamente en prosa pero con partes en verso. En la versión aquí presentada, los pasajes en verso han sido convertidos a prosa.

El estilo del cuento es también el de esos arcaicos textos célticos, pero aún, si cabe, más crudo y primitivo, aunque la excesiva sobriedad se halla mitigada por frecuentes toques de humor. La única presencia de seres o hechos sobrenaturales ocurre en el manuscrito de Rawlinson. La historia se presente a continuación.


        Había una vez un famoso rey en Leinster, Mac Datho era su nombre. Él tenía un sabueso; el sabueso defendía todo Leinster. El nombre del sabueso era Ailbe, e Irlanda estaba llena de su nombre.
        Llegaron mensajeros de Ailill y Medb pidiendo el sabueso. Y al mismo tiempo llegaron también mensajeros de Conchobar Mac Nessa para pedir ese mismo sabueso. Todos fueron bienvenidos, y llevados a él en la sala. Esa era una de las seis salas que había en Irlanda, las otras eran la sala de Da Derga, en el territorio de Cualu; la sala de Forgall Manach y la sala de Mac Dareo, en Brefne; la sala de Da Choca, en el oeste de Meath, y la sala del terrateniente Blai, en Ulster. Había siete puertas en esta sala, y siete pasajes hacia ellas, y siete fuegos de hogar, y siete calderos, y un buey y un cerdo salado en cada caldero. Cada hombre que llegaba metía su tenedor en un caldero, y lo que sacaba era su porción. Si no obtenía nada en ese primer intento se quedaba sin comer.
        Condujeron a los mensajeros hasta él, en su casa, para que pudiera conocer sus peticiones antes de la fiesta. Ellos expresaron su mensaje.
        - Hemos venido de Ailill y Medb para pedir el sabueso - dijeron los enviados de Connacht - y serán entregadas tres veces cien vacas lecheras de inmediato, y un carro de combate con dos caballos, el mejor de Connacht, y, por añadidura, al final de un año regalos equivalentes a estos.
        - Nosotros venimos de Conchobar, también para pedirlo - Expusieron los mensajeros de Ulster - y el valor de Conchobar como amigo no es menor, os dará también tesoros y ganado, y los mismos regalos tras un año, e íntima amistad como resultado.
        Tras esto Mac Datho cayó en un total silencio y permaneció así durante un día entero sin beber, sin comer, sin dormir, moviéndose de un lado a otro. Entonces dijo su esposa:
        - Llevas mucho tiempo ayunando. Hay comida a tu lado pero no la comes, ¿Qué es lo que te preocupa?
        No contestó a ala mujer, y entonces la mujer dijo:
        - Insomnio cayó sobre Mac Datho en su casa. había algo que meditaba pero que no contaba a nadie. Él me da la espalda y se vuelve contra la pared, el guerrero de dos fianna de fiero valor, causa preocupación a su prudente esposa el que su esposo no pueda dormir.
        El hombre Crimthann Nia Nair dijo: - No le cuentes tu secreto a las mujeres. El secreto de una mujer no es bien guardado. Un tesoro no es dado a guardar a un esclavo.
        La mujer:
        - Incluso a una mujer deberías hablar si algo no estuviera bien. Una cosa que tu mente no puede penetrar la mente de otro puede penetrar.
        El hombre:
        - El sabueso de Mesroeda Mac Datho, funesto fue el día en que ellos vinieron a pedirlo. Muchos hombres caerán por causa de él. Las luchas por ello serán más de las que pensamos.
        - A no ser que él sea entregado a Conchobar, ello será sin duda un acto propio de un patán; sus ejércitos no dejarán detrás ni ganado ni tierras.
        - Si no es entregado a Ailill, él dejará un montón de cadáveres a lo largo del país. El hijo de Matach nos llevará a todos, él nos convertirá en meras cenizas.
        La mujer:
        - Tengo un consejo para ti. No soy muy mala para dirigir asuntos. Dáselo a ellos los dos, no importa quién caiga a causa de ello.
        El hombre:
        - El consejo que tú ofreces no me hace feliz, pero es buena ayuda para mí.
        Después de eso, él se levantó con un gesto.
        - ¡Vamos entonces! - dijo - para entretener bien a los huéspedes.
        Estuvieron con él tres días y tres noches, y los mensajeros de Connacht fueron convocados ante él en privado:
        - He estado perplejo y con dudas - anunció él - hasta que tuve claro que debería dar el sabueso a Ailill y Medb y dejar que vengan a recibirlo formalmente; tendrán comida y bebida, y bienvenida, y se llevarán el sabueso.
        Ellos se sintieron complacidos por esta íntima conversación.
        Entonces fue hacia los mensajeros de Ulster:
        - He cesado de tener duda alguna - explicó - en dar el sabueso a Conchobar, y dejar que él y los nobles de Ulster vengan por él. Recibirán regalos y serán bienvenidos.
        Ellos oyeron esto con placer.
        Los del este y los del oeste pidieron cita en la misma fecha. Y la cumplieron. En el mismo día viajaron las dos provincias de Irlanda hasta la puerta de la sala de Mac Datho. Él mismo salió a recibirles.
        - ¡Oh héroes! ¡Bienvenidos! ¡Entrad en casa!
        Entraron en la sala, y la mitad de la casa fue asignada a los de Connacht y a otra mitad a los de Ulster. Y la casa no era pequeña. Tenía siete puertas y cincuenta camas entre cada dos puertas. Esos no eran los rostros de amigos en una fiesta, porque muchos habían combatido o herido a los otros. Había habido guerra entre ellos desde trescientos años antes del nacimiento de Cristo. El cerdo de Mac Datho fue entonces sacrificado para ellos. La leche de tres veces veinte vacas lo había engordado durante siete años. Pero había sido criado con veneno, ya que por él tuvo lugar la masacre e los hombres de Irlanda.
        Trajeron el cerdo, cuarenta bueyes lo arrastraron a él y a otros alimentos. El propio Mac Datho actuaba como mayordomo.
        - Bienvenidos -  les dijo -  no hay otra mesa tan suplida como esta. Novillos y cerdos no faltan en Leinster. Y si falta algo, mañana serán sacrificadas nuevas reses-
        - El cerdo es sabroso - dijo Conchobar.
        - Es ciertamente bueno - dijo Ailill.
        - ¿Cómo lo dividiremos, Conchobar? ¿Cómo? - preguntó Bricriu mac Carbaid - aquí están los más valerosos guerreros de Irlanda, y será dividido de acuerdo a hechos y hazañas y trofeos. Cada uno de vosotros ha atizado un golpe en las narices a otro antes de ahora.
        - Hagámoslo así - respondió Ailill.
        - Muy apropiado - dijo Conchobar -. Ya que tenemos aquí jóvenes guerreros que más de una vez luchando han cruzado las fronteras.
        - Hoy vas a necesitar a tus jóvenes guerreros, ¡oh Conchobar! - advirtió Senlaech Arad de Conalad Luachra en el oeste.
        - Tú has dejado muchas veces un gordo novillo de los tuyos yaciendo muerto en tierra sobre su espalda en los caminos de Luachra Dedad.
        - Fue un novillo aún más gordo el que ti dejaste tras de ti, o sea tu hermano, Cruachniu mac Rúadluim de Cruachan Conalad.
        - Él no era mejor -  dijo Lugaid mac Cúrói - que el gran Loth, hijo de Fergus mac Léti, que fue muerto por Echbél mac Dedad en Tara Luachra.
        - ¿Qué piensas tú de esto - Preguntó Celtchair mac Uthechair - de mí dando muerte a Conganchness mac Dedad y cortando su cabeza?
        Sin embargo, ocurrió que entre ellos un particular guerrero, Cet mac Matach, adquirió supremacía sobre todos los hombres de Irlanda. Más aún, el hizo alarde de su valor superior al resto y tomó un cuchillo en sus manos y se sentó al lado del cerdo.
        - ¡Busquemos ahora entre los hombres de Irlanda - dijo - alguien que se atreva a combatir conmigo, o si no, dejad que yo divida el cerdo!
        Los hombres de Ulster se sumieron en silencio.
        - ¿Ves eso, Loegaire? - preguntó Conchobar - ¡Es intolerable! Que Cet divida el cerdo ante nuestros ojos.
        - Para un momento, Loegaire, para que pueda hablar contigo - dijo Cet -. Tenéis una costumbre en Ulster - continuó Cet - que cada joven que es armado caballero hace de nosotros su objetivo. Os dirigís a la frontera y allí os confrontamos. Dejáis atrás el carro de combate y los caballos. Tú mismo retrocediste con una lanza clavada en tu cuerpo. No conseguirás el cerdo de esa manera.
        Y el otro se sentó.
        - Es intolerable - dio un alto y bien parecido guerrero que se había levantado de su asiento - que Cet divida el cerdo ante nuestros ojos.
        - ¿A quién tenemos aqui? - preguntó Cet.
        - Él es un guerrero mejor que tú - contestaron ellos -; el es Oengus mac Láma Gábuid de Ulster.
        - ¿Por qué se llama su padre Lam Gábuid? - Preguntó Cet.
        - ¿Por qué preguntas?
        - Yo sé por qué - contestó Cet - una vez marchó hacia el este. La alarma corrió alrededor de mí. Llegaron muchos, y Lam entre ellos. Él arrojó su gran lanza contra mi. Yo a lancé de nuevo contra él, y le seccionó una mano, que cayó al suelo. ¿ Qué podría inducir a su hijo a combatir conmigo?.
        Oengus se sentó.
        - Continuad la contienda verbal - dijo Cet - o si no, dejad que divida el cerdo.
        - Es intolerable que tú tengas preferencia para dividir el cerdo - exclamó un fornido guerrero de Ulster.
        - ¿A quién tenemos aquí? - preguntó Cet.
        - Ese es Eogan mac Durthacht, rey de Fernmag - respondieron ellos.
        - Lo he visto anteriormente - dijo Cet.
        - ¿Dónde me has visto? - preguntó Eogan.
        - A la puerta de tu casa, cuando me llevé un hato de tu ganado. La alarma corrió por el campo alrededor de mí. Tú acudiste a las llamadas. Tú arrojaste una lanza que chocó contra mi escudo. Yo la arrojé de vuelta contra ti, y te dio en la cabeza y te sacó un ojo. Está a la vista que eres tuerto. Yo fui quien te privó del ojo que te falta.
        Tras ello, el otro se sentó.
        - Preparaos ahora , hombres de Ulster, para continuar la competición verbal - siguió Cet.
        - Tú no lo vas a dividir aún - dijo Munremor mac Gergind.
        - ¿No es ese Munremor? - Preguntó Cet-. Yo soy quien limpió por última vez sus lanzas en Munremor?. No ha pasado aún un día completo desde que tomé y llevé tres cabezas de guerreros de tu tierra, y entre ellas la de tu hijo mayor.
        Tras ello el otro se sentó.
        - ¡Que siga la competición! - gritó Cet.
        - ¡Eso vas a ver! - Dijo Mend mac Sálchocán.
        - ¿Quién es este? - Preguntó Cet.
        -  Mend - respondieron ellos.
        - ¡Qué vendrá después! exclamó Cet - Hijos de patanes con un alias por nombre a competir conmigo, porque fue de mí de quien tu padre obtuvo ese nombre. Yo fluí quien le cortó un pie con mi espada, y así se fue solo con uno cuando se separó de mí. ¿Que pudo haber inducido al hijo de un cojo con un solo pie a pelear conmigo?
        Entonces el otro se sentó.
        - ¡Que siga la competición! dijo Cet.
        - Eso vas a ver - dijo un alto, canoso y muy terrible guerrero de Ulster.
        - ¿Quién es ese? - dijo Cet.
        - Este es Celtchair mac Uthechair - contestaron ellos.
        - Para un momento, Celtchair - dijo Cet - a no ser que tengamos que comenzar a combatir al instante. Yo llegué, Celtchair, hasta la puerta de tu casa. Alrededor de mí se extendió la alarma. Llegaron todos. Y tu también. Saliste a la puerta y me arrojaste una lanza. Yo te lancé otra que atravesó un muslo y parte de tus piernas. Tú has tenido una ... Enfermedad desde entonces. Desde ese día, ni hijo ni hija ha sido engendrado por ti. ¿Que te podría animar a pelear conmigo?.
        Acto seguido el otro se sentó.
        - ¡Que siga la competición! - dijo Cet.
        - Eso tendrás - respondió Cúscraid Mend Macha, el hijo de Conchobar.
        - ¿Quién es ese? - Preguntó Cet.
        - Cúscraid - Contestaron ellos -. A juzgar por su apariencia, tiene porte real.
        - No gracias a ti - Repuso el muchacho.
        - Bueno dijo Cet -, tú fuiste quien vino a nosotros para tu primera hazaña armada. Tuvimos un encuentro en la frontera. Tú dejaste una tercera parte de tus tropas detrás; así te fuiste, con una lanza clavada en tu garganta, de modo que ya no puedes pronunciar una palabra articulada; porque la lanza hirió los tendones de tu cuello, y de ahí, desde entonces, tu sobrenombre de Cúscraid el Tartamudo.
        Y ridiculizó de esta manera a la provincia.
        Entonces, mientras él hacia florituras en el cerdo con su cuchillo, vieron cómo entraba Conall Cernach.
        Se dirigió al centro de la casa. Los hombres de Ulster le dieron una sonora bienvenida. Conchobar se quitó entonces la caperuza de su cabeza y e hizo un gesto de saludo.
        - Me alegra que mi porción esté ya lista - dijo Conall.
        - ¿Quién es ese que está dividiendo las porciones?.
        - Esa tarea le ha sido asignada, tras ganar en la competición - Explicó Conchobar - o sea, a Cet mac Matach.
        - ¿Es correcto - preguntó Conall - que seas tú quien divida las porciones?
Entonces contestó Cet:
        - ¡Bienvenido Conall! Corazón de roca, fiera masa de fuego resplandeciente, brillantez de hielo, roja fortaleza de ira! Bajo el pecho del guerrero que inflige heridas veo ante mí al hijo de Findchoem.
        Conall respondió:
        - ¡Saludos Cet!, ¡Cet mac Matach, gran guerrero, frío corazón, fuerte sobre tu carro de combate en as batallas, mar golpeante, bello toro de pelea, Cet mac Magach!. La decisión fina será hecha en nuestro encuentro y nuestra separación. Será una hermosa saga en Fer m-brot, habrá buenas noticias en Fer Manath, los héroes verán un león fiero en batalla; esta noche en esta casa habrá una dura lid.
        - ¡Levántate del cerdo! -  ordenó Conall.
        - ¿Pero qué puedes tú aportar a la contienda? - pregunto Cet.
        - ¡Es apropiado - respondió Conall -. que tú me retes! Acepto tu reto a combate individual, Cet - continuó Conall -. Juro por los dioses por los que jura mi tribu que desde que tomé por primera vez una lanza en mis manos no he dormido casi nunca sin una cabeza de un hombre de Connacht bajo mi almohada, y sin haber herido a un hombre cada día y cada noche.
        - Es cierto - dijo Cet -. Tú eres un guerrero mejor que yo. Si Anlúan estuviera en la casa él te ofrecería una contienda mejor aún. Es una lástima que no esté aquí.
        - Mas él si está - dijo Conall, sacando la cabeza de Anlúan de su bolsa y lanzándola al pecho de Cet con tanta fuerza que un chorro de sangre brotó de sus labios.
        Cet se levantó entonces del cerdo, y Conall se sentó al lado de él.
        - ¡Que vengan otros a la competición! - retó Conall.
        - No hubo entre los guerreros de Connacht uno solo que se atreviera. Formaron con sus escudos una muralla en círculo alrededor de él para protegerle. Conall fue entonces a dividir el cerdo, puso la punta del rabo en su boca y esa fue la división. Devoró los jamones (una porción para nueve hombres) hasta que no quedó nada de ellos.
        Más aún, no les dio a los hombres de Connacht más que las dos patas delanteras. Entonces los hombres de Connacht pensaron que su porción era pequeña. Saltaron de sus asientos, y los hombres de Ulster también saltaron, y se acercaron. Entonces comenzaron los golpes de espada y de lanza hasta que se formó un montón en el suelo de la casa que llegaba a la mitad de la pared, y ríos de sangre fluían a tavés de las puertas. Salieron afuera, y la batalla continuó allí con gran fiereza. Entonces, Fergus arrancó de raíz un gran roble que allí crecía, y lo blandió contra ellos. Y siguieron luchando.
        Mac Datho llevó su perro y lo soltó entre ellos para averiguar cuáles escogía por instinto. El sabueso escogió a los hombres de Ulster, y él lo envió a atacar a los hombres de Connacht (porque los hombres de Connacht habían sido derrotados). Dicen que fue en los llanos de Ailbe donde el perro asió el eje del carro de combate donde iban Aillil y Medb, Ferloga, el cochero, lo hendió en partes, lanzando su cuerpo a un lado, mientras que su cabeza quedó en el eje del carro. Dicen que Mag Ailbe obtuvo su nombre debido a ese incidente, ya que Ailbe era el nombre del perro.
        Su escapada los llevó hacia el sur, pasando por Bellaghmoon, Reerin, Áth Midbine en Mastiu, Drum Criach (hoy Kildare), Rathagan hasta Feighcullen y el vado de Mac Lugna y la colina de los dos llanos sobre el puente de Cairpre. En el vado de la cabeza del perro, en Farbill, la cabeza del perro cayó del carro, fue hacia el oeste por el brezal de Meta. Ferloga, el cochero de Aillil, saltó desde los brezos al carro de Conchobar, y desde atrás le agarró la cabeza.
        - Compra tu libertad - dijo.
        - Dicta los términos - respondió Conchobar.
        - No será mucho - señaló Ferloga -, o sea, que lleves contigo a Emain Macha y que las mujeres de Ulster y sus jóvenes hijas me canten una canción panegírica: "Ferloga es mi amado".
        Tuvieron que hacerlo, por miedo a Conchobar; y un año después enviaron a Ferloga hacia el oeste a través de Athone, con un par de caballos de Conchobar, con bridas doradas.

La porción del campeón

Los antiguos pueblos célticos constituían en esencia una rama dentro de la gran familia de los indoeuropeos, y las descripciones acerca de los celtas de Irlanda que aparecen en la literatura oral y en los manuscritos medievales muestran muchos signos e ello, y muchas similitudes no solamente con los celtas del continente sino también con los pueblos indoeuropeas en general. El retrato obtenido en Irlanda de esos celtas concuerda en muchos aspectos con las descripciones de los clásicos acerca de las sociedades celtas en las Galias. Júlio César, Diodorus Siculus, Estrabón y otros autores griegos y latinos recogieron en sus obras las formas y hábitos de los celtas-galos en fiestas y banquetes, sus armas típicas, su manera de combatir en un campo de batalla y la poesía de sus bardos. Y muchas de esas costumbres recogidas por los clásicos acerca de los celtas continentales son sorprendentemente similares a las que aparecen en las sagas incluidas en los antiguos manuscritos medievales de Irlanda. Entre otros muchos ejemplos, Poseidonius dice acerca de los galos:

En épocas anteriores, cuando eran servidos los cuartos traseros del banquete el guerrero / héroe más distinguido tomaba para sí la parte de los muslos, y si otro guerrero presente se quejaba, se levantaban y luchaban en un combate individual hasta la muerte de uno de ellos.

Prácticas semejantes están registradas copiosamente en la saga "la historia del cerdo de Mac Datho", y constituyen incluso el tema principal de otra de las sagas más conocidas, "la fiesta de Bricriu", donde esa porción del campeón la ganó Cú Chulainn, el Aquiles céltico.

Esta antigua costumbre de la porción del campeón, ciertamente arcaica y característica de los antiguos indoeuropeos, aparece también en la "Ilíada", donde podemos ver que Agamennon ofrece a Aias el mejor trozo de carne de la parte posterior del cerdo; y en el capitulo de la "Odissea" que tiene lugar en la isla de los faecios tras una sugerencia de Odiseo sirven a Demodocus un trozo especial de carne.

Otro ejemplo es el descrito por Diodorus, y por Athenaeus citando directamente a Posidonius, sobre cómo se celebraban los banquetes de los guerreros:

En la época antigua se servía el cuarto trasero, el guerrero / héroe más bravo y famoso cogía la porción más fina y suculenta de los muslos. Y si otro guerrero pretendía apoderarse de ella, se levantaban de inmediato y luchaban a muerte en combate individual.

En general, tanto la gran obra épica "Táin Bó Cúailnge" (La razia de ganado de Cúailnge), como en otras sagas céltico - irlandesas, esta costumbre estuvo representada y sobrevivió durante siglos en el "curadmír", la porción del campeón, por la cual luchan los guerreros / héroes en dos importantes sagas antes citadas "Scéla Mucce Maic Dátho" (El cerdo de Mac Datho) y "Fled Bricrend" (La fiesta de Bricriu).

Altares de fecundidad

En el promontorio rocoso del cabo de Fisterra (el Finisterre clásico) el mito ha convertido en esclavo al propio hechizo que provoca su presencia y desde tiempos remotos fue receptor de cultos en honor de a divinidad solar que desaparecía en el océano sin fin. La leyenda popular sitúa en este lugar el levantamiento del legendario altar pétreo Ara Solis, el santuario del sol poniente erigido en honor del divino astro en el fin de la Tierra. No sólo tendría este templo un carácter votivo sino que, en su origen, el lugar donde fue levantado era destino de creyentes que se acercaban al otero con objeto de rendir evidencia a la capacidad reproductora que se le otorgaba a una piedra de a fecundidad que se encuentra en sus alrededores, y que la naturaleza había conformado en forma de lecho, a donde las parejas que tuvieran problemas para procrear debían desplazarse. Allí, en la cumbre del monte San Guillerme, fue levantada una ermita con el indudable objeto de cristianizar, una vez mas, un lugar dedicado a los cultos de fecundidad. Así lo atestigua el propio Padre Sarmiento, que nos señala la existencia de una piedra que tenía la virtud de hacer fecundas a las mujeres: "Era como una pila o cama de piedra, en la cual echaban a dormir marido y mujer que por estériles acudían al Santo, y en aquella ermita y allí delante del Santo engendraban ...". Una superstición que se repite en la cima del vecino monte Pindo donde se encuentra uno de estos altares de la fecundidad, al que no sólo se le atribuye un gran poder regenerador en su hierba, que crece de la noche a la mañana, y la abundancia de plantas medicinales, sino que loes estériles e infecundos tienen entre sus piedras solución a sus males.

Mas es este litoral gallego especialmente abundante en ceremoniales de culto a las rocas, pues ya desde un principio tuvo un importante ascendiente sobre todos y cada uno de los pueblos que, atraídos por el apocalíptico finis terrae, con audacia conquistaron estas tierras.

Altar do Apóstolo Santiaguiño do Monte
También es un lugar de profunda raíz jacobea como el Santiaguiño do Monte, en Padrón, las piedras nos legan una pronunciada naturaleza ritual ya que el peñasco que domina la cima sobre el que se han erguido un cruceiro y una imagen de Santiago, conjunto conocido como Altar do Apóstolo, en tiempos remotos tuvo propiedades fecundadoras, situación que intentó evitar el cristianismo dando un significado jacobeo al emplazamiento rocoso. De esta manera hoy en su cima se reunen los fieles para la exaltación de la figura del Apóstol sobre un lugar de marcada simbología religiosa, antes profundamente pagano y actualmente sacralizado por la religión oficial. De igual modo sucede en otro de os más importantes santuarios de fe mariana, el situado al pié de la playa de A Lanzada (Sanxenxo / Pontevedra), donde nuevamente volvemos a encontrar unidos numerosas leyendas y mitos relacionados con poderes curativos, eliminadores de maldad y, otra vez, fecundizadores. Aquí un fenómeno erosivo del mar ha estimulado la imaginación popular de tal manera que una oquedad en as rocas situadas en la orilla detrás de la ermita ha adoptado una hechura de cuna en la que yacen los creyentes. De nuevo el Berce (cuna) da Santa aparece aquí con características sanadoras y fecundizadoras, estas últimas en relación con "el baño de las nueve olas", uno de los ritos más llamativos que se puedan encontrar en la "tierra de las meigas" y que se relacionará más a fondo en un próximo post.

Los caminos y sus encrucijadas

Por la especial dispersión demográfica gallega, con su multitud de aldeas y pequeños asentamientos humanos aislados, los caminos se tornan vías de comunicación muy necesarias y frecuentadas en la vida cotidiana, y en ellos sitúa el pensamiento popular muchas de sus supersticiones y creencias.

Aquí se ubican manifestaciones esclarecedoras relacionadas con el culto a los muertos y el tránsito a la otra vida, pues en estos lugares  se celebran no sólo ceremonias sino que también se levantan cruceiros, petos de ánima, iglesias y ermitas en memoria de las almas de los que ya no son de este mundo. No es por ello casualidad que en estos lugares se sitúe gran parte de las costumbres más enraizadas en las creencias y rituales del gallego; y será donde podremos encontrar, con mayor certeza, a las almas de Purgatorio pues todas las noches salen por los caminos a hacer su rutinario recorrido en esa singular agrupación de espíritus conocida como A Santa Compaña.

En las encrucijadas de caminos se venera a las almas y el levantamiento de cruzeiros o petos de ánimas en dichos emplazamientos está relacionado con la indudable importancia del Purgatorio en la vida religiosa del pueblo gallego. Con ello se da rienda suelta a la idea consoladora y esperanzada que del mismo se tiene en estas tierras, pues la no consecución del cielo no lleva aparejado de inmediato el infierno sino que para el fiel queda la oportunidad -una segunda concesión- del Purgatorio, un lugar en el que redimir sus faltas.

La exaltación misma y la búsqueda de indulgencias provocan este fervor religioso en los intrincados caminos. Así, en ellos se depositan flores y ofrendas, no sólo en moneda sino también en productos agrícolas, y se realizan oraciones por las "almiñas", no únicamente en su memoria ya que también se acude a ellas para pedirles solución a algún problema terrenal. Las ánimas no deben ser olvidadas y así se observa en algunas de estas construcciones que llevan una inscripción de aviso al caminante para que en sus oraciones no olvide pedir por los difuntos: "Como me ves te verán".

Además, la convicción de que por estos lugares deambulen los espíritus puede deberse a lo que describió Castelao:

... las cruces suelen estar en los caminos por donde pasan los entierros.
En Galicia los cruceiros de encrucijada tienen a menudo
 una mesa de piedra para posar al difunto mientras reza ...

El mismo Castelao escribía que las encrucijadas, especialmente las de tres caminos, son especialmente peligrosas para el saber popular, el lugar por donde vagan las almas ruines, fundamentalmente la de los condenados que buscan corazones débiles para no sufrir suplicio en soledad.

La literatura no fue ajena a la presencia de personajes pertenecientes a culturas de ultratumba o al misterioso mundo de los espíritus. Uno de los más grandes escritores de esta tierra, Ramón María del Valle-Inclán, incluyó en más de una ocasión ánimas en pena en sus obras tanto de teatro como de narrativa:

... se oyen gemidos de agonía y herrumbroso son de cadenas, que
arrastran en a noche oscura las ánimas en pena que vienen al mundo
para cumplir penitencia. La blanca procesión pasa como una
niebla sobre los maizales.

Castillo de Monterrey

El castillo de Monterrey (en gallego: Castelo de Monterrei), es una fortaleza-palacio, ubicada en la parroquia de Santa María del municipio de Monterrei (Orense), Galicia, España. Está situado en una colina que domina el valle del rio Támega, en la confluencia de las carreteras que unen Puebla de Sanabria y Orense y a unos 28 km de Chaves (Portugal).

Es una de las mejores fortalezas conservadas de Galicia. Fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931, y actualmente es un Bien de Interés Cultural dentro del catálogo de monumentos del patrimonio histórico de España.

La fortaleza está enclavada sobre los restos del Castro de Baroncelli o Baroncelle, y a lo largo de su historia, en su estratégico complejo se asentaron algunos de los más poderosos linajes como los Ulloa, los Zúñiga, los Biedma, los Fonseca, los Acevedo o los Duques de Alba.

Documentalmente, las primeras noticias del lugar provienen de las poblaciones asentadas en el valle a principios del siglo X y sobre el castillo, en el año 950. Fue villa del conde Menéndez Gutiérrez, padre de Rosendo de Celanova.

El castillo, en su configuración primaria actual sería reedificado en el siglo XII por Alfonso Henríquez, nieto del rey Alfonso VI de León y Castilla, que en 1139 sería coronado como primer rey de Portugal, pero pasaría rápidamente al reino de León y Castilla, con la firma del Tratado de Tuy en 1137, renunciando Alfonso Henríquez a las posesiones de Galicia.

La comarca, con las tierras del valle, formaba parte del señorío del monasterio de Celanova. El castillo pasó por varias manos, pero sus abades lo consideraban como una amenaza a su autoridad, por lo que buscaron la protección de la Corona, llegando a obtener del rey Alfonso IX, en 1213, un privilegio que ordenaba la demolición de las defensas del castillo, aunque no se llegó a cumplir y pasaría a dominio de la Corona.

En 1366 el castillo adquirió importancia y fue el refugio de Pedro I el Cruel en la guerra civil que le enfrentó a su hermanastro Enrique de Trastámara, reuniendo Consejo en el castillo. Pero la guerra continúa y hay una serie de alianzas entre los enfrentados. Juan Rodríguez de Biedma apoya a Enrique y queda sitiado en Allariz por Fernando de Castro, por lo que debe huir, refugiándose en el castillo, resistiendo allí a su perseguidor. Cuando la guerra civil concluye, el nuevo rey, ya Enrique II le concede el dominio de Monterrey.

Años más tarde, el rey Juan I de Castilla concedió los derechos sobre el castillo, mediante matrimonio, a don Diego López de Zúñiga. Su hijo llevó el título de vizconde de Monterrey, y después los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, concedieron el título de primer Conde de Monterrey a Sancho Sánchez de Ulloa y Monterroso, que habría heredado su patrimonio en 1461 después de pleitear durante casi veinte años con Francisco de Zúñiga.

En 1506 se entrevistan en este lugar Felipe el Hermoso y el Cardenal Cisneros.

En la edad moderna fueron construidas bajo la dirección de los ingenieros de la Corona, Juan de Villarroel y Carlos de Grunemberg, dos recintos auxiliares abaluartados que defendían los existentes conventos de los franciscanos y de los jesuitas.

También aquí fue impreso el primer incunable gallego. Con la primera imprenta de tipos móviles, el 3 de febrero de 1494 fue estampado el "Missale Auriense", el primer libro publicado en Galicia y que actualmente se encuentra en la catedral de Orense. La vida cultural de esta pequeña corte nobiliaria tuvo su importancia, incluso por la enseñanza de la gramática, las artes y la teología.

En 1510 volvió a pasar a manos de la realeza hasta que Fernando I la vende al arzobispo Alonso de Fonseca. En el siglo XVII por el conflicto con Portugal se modernizan las defensas, que se completan en 1711 por la Guerra de Sucesión.

Durante la Guerra de la Independencia Española, en enero de 1809 el Marqués de la Romana convierte a Monterrey en el cuartel general del Ejército de Galicia hasta que el mariscal Soult tomó la fortaleza.

Está considerada por muchos autores como la mayor acrópolis gallega, siendo principalmente un enclave estratégico para la defensa de la frontera con el cercano Portugal. Los elementos conservados más antiguos corresponden a los años del reinado de Alfonso IX, correspondiendo la mayor parte a la época del primer conde de Monterrey, Sancho Sánchez de Ulloa.

Consta de tres recintos amurallados sobre una alargada loma. En el primero y más alejado del núcleo central se encuentra actualmente el Parador Nacional de Verín, y entre éste y el núcleo se conserva un crucero o cruceiro del siglo XVII. Al segundo recinto se accede a través de una puerta flanqueada por dos cuerpos de guardia con aberturas, reforzando el resto del recinto con varios baluartes. Al último recinto se accede a través de una puerta con arco apuntado formado por grandes dovelas, siendo la mejor conservada del complejo. Sobre ella se encuentra el escudo de Monterrey, que consta de cuatro cuarteles con las armas de los Acevedo, Ulloa, Viedma y Zúñiga, y sobre ellos el escudo de los Fonseca.

Una de los edificios destacados del conjunto es el Hospital de peregrinos, fundado por Gaspar de Zúñiga y construido en 1391 según la fecha inscrita en el friso, por el abad Vasco Pérez. Está dedicado a la Santísima Trinidad y tiene su origen en un albergue dependiente del monasterio de Montederramo, levantado en 1327.

Se trata de un pequeño edificio de dos plantas, que fue objeto de una restauración reciente y del que apenas conserva su portada gótica, con arco de ojiva, abocinado con cuatro arquivoltas. La clave del arco está decorada con un ángel con la cabeza hacia abajo. En el tímpano se contempla un Cristo mayestático triunfante rodeado de las figuras del tetramorfos y figuras de la Anunciación bajo doseles ojivales, que representan una de las manifestaciones románicas más tardías con detalles góticos. En las enjutas, varios escudos de armas de fundador.

Situado dentro del último recinto, su puerta de acceso está situada en la plaza de Monterrey. Esta puerta se remata con arco de medio punto y presenta los escudos de los condes. Está flanqueada por dos torres cilíndricas, parcialmente conservadas, con aspilleras.
A través de esta puerta se accede al patio de armas, donde se conserva un pozo y un túnel que servía de aljibe y que una leyenda decía que comunicaba con la Atalaya. Durante las obras de restauración llevadas a cabo en los últimos años se ha tapado la entrada del túnel. Se mantiene la boca del pozo, de 14 metros de profundidad. En el lado oeste de la muralla se conservan restos de grandes hornos de piedra.

Uno de los elementos más destacables que se conservan en el castillo es la torre del homenaje, construcción del siglo XV, también conocida como "Torre de Don Sancho", levantada por el primer conde de Monterrey en la época de los Reyes Católicos. Se trata de una construcción de planta cuadrada construida con piedra de granito bien cincelada, perfectamente encuadrada y con 22 metros de altura. En sus bloques se observan gran cantidad de marcas de cantero.

Sobre su puerta de acceso, que se encuentra a la altura del primer piso y al que se accede por un puente levadizo, se puede contemplar el escudo de los Ulloa y los Zúñiga, flanqueado por grifos y con la siguiente inscripción en el dintel:
“(...) Esta / Torre mandaron faser Don Sa(n)cho de Ulloa / e Dona Teresa De Zúñiga su muger conde / e condesa de Mo(n)terrey. acabose an(n)o de / mil e CCCC e LXXX e II an(n)os”
Se conserva en buen estado al haber sufrido pocas alteraciones durante la Edad Moderna, excepto por la forma de las aberturas que permitían la salida de los cañones.

Por el interior, una amplia escalera permite el acceso a los diferentes pisos en los que se pueden ver diferentes aberturas y una chimenea. En el piso superior una estrecha escalera de piedra sirve de acceso a la terraza desde donde se contempla el amplio territorio circundante. La terraza, abierta, está rematada por una barbacana compuesta por ocho cubos redondos, situados en sus extremos y en la mitad de los lados laterales.

El Palacio de los Condes ha sido recientemente restaurado y conserva en buen estado sus galerías y patios. Fue construido entre los siglos XV y XVII en estilo renacentista. Se encuentra en el lado derecho del patio de armas, y forma un conjunto armónico con la adosada Torre de las Damas, de finales del siglo XIII o comienzos del XIV, siendo el elemento más antiguo del conjunto.

Posiblemente fuese la antigua torre del homenaje, siendo sus dimensiones más pequeñas que la actual.

El palacio se abre al patio dividido en dos plantas, la inferior con arcada de arcos rebajados con columnas, decoradas con escudos de diferentes linajes que poseyeron la plaza-fuerte. La planta superior tiene el mismo número de columnas, y sobre ellas se apoya directamente la cubierta.
La fachada sur presenta el mismo esquema constructivo, pero con soluciones adaptadas a los diferentes niveles del suelo. En el piso inferior, los arcos están ligeramente apuntados. La fachada oeste está integrada en la muralla defensiva.

La iglesia de Santa María de Gracia fue erigida en el siglo XIII, o la primera mitad del siglo XIV en estilo románico de transición al gótico. Se inserta en el complejo a través del muro lateral sur de la nave. Dispone cubierta de madera y ábside rectangular, cubierto con bóveda de crucería. El ábside no está alineado con la nave por la irregularidad del terreno sobre el que se asienta. En el siglo XVII, durante las obras para la ampliación de las defensas, el ábside se vio reforzado por medio de fuertes pilares. La fachada es de factura más moderna. En el muro exterior norte aparece la marca de la vara de medir gallega.

La torre del campanario, situado en la esquina noroeste, fue construido entre 1660 y 1661, como se indica en una inscripción conservada en la base. La puerta lateral de la fachada norte cuenta con un arco y triple arquivolta apuntada en jambas sobre columnas, buen exponente de la transición del románico al gótico. En el tímpano aparece Jesucristo bendiciendo con ambas manos, rodeado de figuras de tetramorfos, zoomórficas y mitológicas.

En el interior conserva arcos sepulcrales y la capilla de los Condes abierta al muro sur, conservándose pinturas de finales del siglo XIV y un retablo gótico pétreo, con Cristo triunfante bendiciendo y doce escenas de la pasión, inscritas en rectángulo. También puede contemplarse una Virgen embarazada y varias veneras que representan el Camino de Santiago. El arco triunfal es ojival y descansa sobre grupos de dos columnas.

En el extremo oeste del conjunto se encuentran las ruinas de un edificio de planta cuadrangular construido en el siglo XVII con el fin de defender la acrópolis desde este flanco. Se conserva parte de sus altos muros y algunas garitas. Junto a ella se encuentra una fuente.




Las piedras que adivinan, sanan y protegen

En el borde del fin del mundo y dejando a sus espaldas el Mar Tenebroso, como secularmente lo han hecho sus antepasados, hombres y mujeres se sitúan sobre la gran losa de piedra con forma de barca e intentan lograr su movimiento balanceandose sobre a misma. La Pedra de Abalar, con sus vecinas Pedra dos Cadrís y Pedra do Timón, quizás forman parte del mayor altar litolátrico del occidente peninsular. Situado en un abrupto litoral costero conocido como Costa da Morte, allí donde se terminaba el mundo antiguo y el victorioso conquistador romano hincó sus rodillas ante los dioses para disculpar su ofensa al observar cómo el sol era devorado por las aguas.

Pedra de Abalar
Desde el principio de los tiempos el hombre ha otorgado un carácter religioso y desarrollado un auténtico culto a las piedras. A éstas no sólo se le han concedido poderes curativos o adivinatorios, sino que debido al profundo peso que desempeñan en la cultura tradicional el cristianismo se vio obligado a retomar esas creencias y auspiciarlas bajo el manto protector de la nueva fe. En Galicia, tierra de profundas y antiquísimas tradiciones populares, podemos seguir las pistas a esas doctrinas milenarias, y entre ellas destaca sin duda alguna el culto a las piedras, ya que en este territorio tienen una naturaleza sobrehumana, pues representan lo eterno, lo inalterable. La piedra ha sido desde el principio el primer instrumento que ha utilizado el hombre, en ella se hacen sacrificios a los dioses, se amortajan a los muertos, se reencarnan los hombres, se observan concesiones divinas ...

Estamos en el conjunto de A Barca ante un ejemplo más del culto ancestral que ha sido solapado, aculturado, por la fe cristiana. De hecho se combinan o asocian las presencias de una piedra de carácter adivinador (la Pedra de Abalar) y otra de carácter sanador (Pedra dos Cadrís): las primeras tienen una gran importancia en la mentalidad popular gallega, pues no en vano las "pedras de abalar" (piedras que se mueven) tienen una presencia destacada en la relación de la cultura tradicional con el mundo lítico. Antes de la cristianización a estas piedras se les otorgaban poderes adivinadores y a ellas se recurría para que su sabiduría diese dictamen sobre juicios, litigios o controversias. Era la suprema decisión y en su mano estaba el si o el no, la sentencia divina, ya que la particularidad de su movimiento tenia naturaleza celestial.

Las piedras sanadoras del mismo modo no son figuras exclusivas de a mentalidad popular gallega sino que su presencia está muy extendida por los cinco continentes. Era creencia primitiva que algunas piedras tenían la facultad de curar algunas dolencias y la Pedra dos Cadrís, quizás por su propia forma, desarrolló en la mente popular la certeza de su capacidad para curar las dolencias del riñón, las lumbares y el reúma. Pasar por su oquedad nueve veces y una más produce alivio o curación de tales males.

Pedra dos Cadrís
Estos cultos primitivos llegaron a calar de tal manera en el subconsciente del pueblo que no pudiendo ser eliminados por el cristianismo, hubieron de ser referidos en la nueva fe. Las arcaicas devociones relacionadas con las piedras de Muxía fueron ligadas en la Edad Media a la tradición jacobea. No se tienen datos certeros sobre la fundación Muxía como núcleo de población. Lo que sí se conoce es su relación con el monasterio de San Xiao de Moraime (parroquia perteneciente al municipio de Muxía) durante la Edad Media hasta que el emperador Carlos V lo permutó con los monjes para que se acogiese a la jurisdicción de realengo por el interés que tenía para la corona como puerto de comunicación con Inglaterra. De su dependencia de la abadía se apunta al origen de su nombre: monxía, que derivo a Muxía. Esta localidad fue testigo de los ataques normandos y de piratas que se atrevían a navegar por las peligrosas aguas de la Costa da Morte, con el único fin de saquear las riquezas del monasterio de Moraime. Los habitantes del lugar continúan viviendo en la actualidad muy relacionados con el mar y sus productos más preciados: el marisco y la pesca con métodos tradicionales (pesca do pinxo o pesca con anzuelo en pequeñas embarcaciones que faenan en pesquerias cercanas a la costa), en una franja costera muy hostil que continuamente se cobra vidas de marineros y pescadores. Estas faenas ya se realizaban en el medievo por los habitantes de la costa para abastecer al monasterio, uno de los más poderosos de la zona debido, fundamentalmente, a su relación con Compostela que lo identificaba como final del "camino", pues este litoral recibía la visita de peregrinos que buscaban en sus aguas la vieira, señal acreditativa de haber peregrinado hasta el sepulcro del Apóstol. El propio Santiago llegó hasta los confines del mundo en su labor evangelizadora y, estando absorto en la contemplación del inmenso océano, observó una barca de piedra sobre las aguas encrespadas que las olas depositaron suavemente en el roquedal. De ella descendió la Virgen, que se acercó al Apóstol para animarle en su labor, y cuando ésta le hubo abandonado quedaron ubicadas sobre el litoral la vela (Pedra de Abalar), la barca (Pedra dos Cadrís) y el timón (Pedra do Timón) que aún hoy podemos contemplar en los peñascos entre el mar y el santuario.

Muxía
Hoy, a Barca es uno de los principales lugares de devoción mariana de Galicia y lugar de multitudinaria romería que se celebra en el domingo seiguiente al 8 de septiembre. Ahora es la Virgen a través de la piedra quien simbólicamente se comunica con sus fieles, pues es ella quien la hace mover, o es su manera de comunicar que está produciendo un milagro, o niega su movimiento por no haber suficiente fe en los que se encuentran sobre la misma; multitud de hechos explican el movimiento de esta losa trabajada por los mares y los vientos. Y es que esta roca de cerca de nueve metros de largo por casi otros siete de ancho, desde el principio de los tiempos, ha prodigado una permanente atracción y su especial estruendo ha acunado en las mentes de los creyentes multitud de explicaciones bienaventuradas:

Veño da Virxe da Barca
veño de abalar a pedra
tamén veño de vos ver
Santo Cristo de Fisterra.

Costa da Morte
En otro lugar del litoral situado mas al norte se levanta el santuario de Pastoriza/Arteixo (A Coruña), donde  O Berce Da Virxe presenta una oquedad en el pedregal en la que los fieles se deslizan para buscar protección divina, ya que en este lugar la imagen de la Virgen encontró refugio para salvarla de invasiones gentiles (normandas o musulmanas). La leyenda del origen del santuario (Pardo Bazán, la leyenda de Pastoriza) enlaza con la conversión de los suevos al cristianismo, por lo tanto con los primeros pasos de la nueva fe en Galicia, al ser levantado por el rey Requiario sobre un lugar de culta pagano. Otra vez, las características del roquedo posibilitan el desarroyo de un sancta sanctorum en el que desde tiempos primitivos se busca la protección de las divinidades simbolizadas en la piedra.
 
El peregrino no se detiene en Muxía sino que, bordeando uno de los parajes más espectaculares y salvajes del paisaje gallego, se dirige hacia Fisterra. En el trayecto observará hacia poniente la inmensidad del océano Atlántico bañando con sus aguas grandes arenales o pequeñas calas, golpeando con furia los acantilados rocosos de los cabos Touriñán o de la Nave. También podrá ver numerosas cruces de piedra ubicadas en los bordes de los acantilados, son las cruces de ribeira, erigidas en memoria de algún naufragio que se cobró vidas humanas, y por su abundancia llevaron a bautizar este litoral con el nombre de Costa da Morte. Recorrerá las tierras de Duio, la antigua Digium capital de los Nerios, sin saber a ciencia cierta si al caminar por el arenal pisará la ciudad que, construida sobre palafitos, quedó sumergida sin dejar rastro; pero algo quedó, restos arqueológicos como utensilios de la vida cotidiana de los pobladores de la zona, tramos de calzadas probablemente romanas, monedas de los primeros siglos de nuestra era ... Estudios tectónicos de esa parte del litoral nos hablan de movimientos no comunes en tierras y montañas tan viejas como las del resto de la cornisa atlántica. Todo ello no hizo sino alimentar las creencias en una más de las ciudades "asulagadas" de las que tanto se prodigan en la tradición maldita de la mitología celta.

Dún Aengus


Dún Aengus (en irlandés Dún Aonghasa) es el fuerte prehistórico más famoso de los muchos que se encuentran en las islas de Aran en el condado de Galway, Irlanda. Está situado en la isla de Inishmore (Inis Mór), en la cima de un acantilado de 100 metros de altura. Es un importante yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce.
El nombre significa fuerte de Aengus, aludiendo al dios precristiano de la mitologia irlandesa.



El fuerte consta de una serie de cuatro gruesos muros concéntricos de piedra seca que llegan a alcanzar cuatro metros de espesor en algunas zonas. Originalmente pudo haber sido oval o en forma de D, pero la parte más cercana al acantilado se habría derrumbado, precipitándose al mar (no hay evidencias seguras que confirmen esta tesis, sin embargo). Fuera del tercer anillo de paredes aparece un sistema defensivo de losas de piedra (chevaux de frise) incrustadas en la tierra, todavía bien conservado en gran parte. Destaca una losa de piedra rectangular de grandes proporciones, la función de la cual aún es desconocida.

Notablemente grande entre las ruinas prehistóricas, la pared exterior de Dún Aengus comprende un área de aproximadamente 6 hectáreas.

Fue obviamente una construcción defensiva, como el resto de fuertes de la zona. Algunos han sugerido, basándose en su especial ubicación, que el propósito inicial de Dún Aengus pudo haber sido religioso y no militar, quizá utilizado como lugar de culto por los druidas La localización del fuerte también proporciona una vista de 120 kilómetros  (75 millas) de línea costera, que pudo haber facilitado el control sobre una ruta comercial marítima.

El muro de defensa del fuerte es impresionante, con más de 13 pies de ancho y 18 de largo, en el punto más al oeste, los acantilados son tan impresionantes como los de Moher. Desde arriba, en el Fuerte, las vistas son impresionantes, mirando al oeste verás la inmensidad del océano Atlántico.
Está hecho de concentraciones de acres, de espacios abiertos, y las vistas son las más impresionantes de Connemara.

Los muros de Dún Aengus se han reconstruido hasta una altura de 6 metros y tienen sendas, compartimientos y escaleras. La zona reconstruida se distingue fácilmente de la construcción original por el uso del mortero. La visita a Dún Aengus requiere una ligera ascensión y no hay valla en el borde del acantilado, así que puede no ser un buen lugar para visitar con niños o personas con problemas de movilidad. Hay un pequeño museo que ilustra la historia de la fortaleza y sus posibles funciones. También en las proximidades se encuentra una tumba neolítica y un pequeño parque que ofrece ejemplos de una cabaña cubierta con paja tradicional y de una destilería ilegal.

Estas son islas que muy ricas en el Lenguaje, en la cultura, en la herencia del pasado de Irlanda, y algo único en su arqueología y su geología. Son un claro ejemplo de los celtas y el legado cristiano.

Las islas Aran están desiertas, y su belleza es increíble, cuando llegas a la isla por primera vez te recorre la sensación de que estás tocando esa tierra por primera vez en la historia de la civilización.
Dun Aengus es donde se esconden algunos de los tesoros más valiosos de las Islas Aran. Es un fuerte de rocas en el punto más al oeste de Europa.

Pero la pregunta es, ¿porqué está Dun Aengus aquí? ¿quién lo puso y cuando?

Nadie puede dar una respuesta a esa pregunta, arqueólogos, historiadores, anticuarios, nadie tiene respuesta.
La fortaleza no tiene ningún abastecimiento de agua o pruebas de viviendas de gente que haya vivido aquí. Las estimaciones se extienden a partir del octavo o noveno siglo.

Reclutando traidores

El destierro era una de las mayores condenas en el mundo celta. El individuo quedaba despojado de cualquier derecho e incluso de su honor, lo cual era extensible a su familia y sus descendientes. Es fácil suponer que los romanos supieron sacar partido a este tipo de individuos, que dificilmente serían aceptados en otra tribu, pero que de pronto se veían adulados y agasajados por sus "amigos" romanos, que los consideraban muy valiosos por la información que pudieran aportar sobre aquellos que le excluyeron de la comunidad y le obligaron a vivir en el bosque como una bestia.
A través de estos les resultaría fácil conocer secretos tales como el lugar sagrado donde algunas tribus habían colocado la piedra fundacional, posiblemente portada desde sus territorios de origen. Pocas cosas debían ser tan desmoralizantes para un celta como la violación de su secreto mejor guardado que de alguna manera debía suponer despojarlo de parte de su identidad. También los nombres secretos de reyes, jefes y dioses. El simple hecho de conocerlos suponía tener algún poder sobre ellos.

Legionarios Celtas

Las legiones romanas estaban formadas por ciudadanos romanos, mientras que a las "cohors" (cohortes o tropas auxiliares) entraban, mas o menos voluntariamente, jóvenes de las tierras recién conquistadas. Estos tras sobrevivir una veintena de años luchando contra pueblos similares a los suyos antes de ser conquistados, conseguían licenciarse con la ciudadanía y toda la consideración de hombres libres.
La disciplina era férrea y los castigos muy duros. Pero había salario estable, identificación con los vencedores, busca de nuevos horizontes, incluso un uniforme que debía resultar atractivo. Y regresar después de unos años a su tierra con prestigio y honores, y, como ciudadano romanos de pleno derecho, formar parte de la civilización. Pero, ni que decir tiene que la mayoría no volvieron a ver la tierra donde nacieron.

Adopciones romanas de Celtiberia

Los romanos adoptaron la espada de los celtas de Hispania, llamándola "gladius hispaniensis", añadiéndole su propia empuñadura. Estas espadas fueron una gran novedad para los romanos, porque tenían una punta afilada al contrario que la autóctona, que era roma y solo podía cortar.

La técnica de lucha cambió totalmente. Se decía que el agua del río Biblis (Jalón) tenia propiedades especiales para darles el temple exacto. También adoptaron los "bracae", pantalones (que se supone que a su vez los celtas copiaron de los escitas), para los jinetes de las legiones, y la capa negra de lana gruesa, que los celtíberos llamaban  "sagum", para todos los legionarios.

Polibio escribió: "Los celtíberos sobresalen, en mucho, entre los demás pueblos en la fabricación de espadas. Sus espadas tienen en efecto una punta resistente y un tajo cortante para los dos lados. Por ello los romanos desde los tiempos de Aníbal abandonaron las espadas de sus antepasados cambiándolas por las de los hispanos.
Pero si pudieron imitar la forma, nunca lograron alcanzar la calidad del hierro y la perfección de la factura."

Diodoro escribió: "Sus espadas tienen doble filo y están fabricadas con excelente hierro, y también tienen puñales de un palmo de longitud que utilizan en el combate cerrado. Siguen una táctica especial en la fabricación de sus armas defensivas, pues entierran láminas de hierro y las dejan hasta que con el curso del tiempo el óxido se ha comido las partes mas débiles, quedando sólo las mas resistentes; de esta forma hacen espadas excelentes, así como otros instrumentos bélicos. El arma fabricada de la forma descrita corta todo lo que pueda encontrar en su camino, pues no hay escudo, casco o hueso que pueda resistir el golpe dada la excepcional calidad del hierro.

Dioses Celtibericos

A nivel religioso, los celtas de Iberia también mezclaron, en su previo largo viaje y en su asentamiento, a sus dioses con los de los nativos, tal como otros pueblos célticos hicieron en otros lugares de Europa, por lo que encontramos muchos nombres que no se corresponden con ningún otro.
Los dioses de los que se tiene constancia básicamente son aquellos que fueron citados en inscripciones de la época romana, domo Dulovius, dios del ganado, Corio y Neto, dioses de la guerra, Endovelico, dios de los muertos, o las diosas Ataecina, que dominaba la noche, y Navia, los bosques.
Estos convivieron con los dioses romanos, por separado o fundidos con los que tenían similares características, para irse perdiendo poco a poco. También hubo otros que perduraron con su nombre original y que también recibieron culto por parte de los celtas de la Galia: Cernunnos, dios de la fertilidad, Epona, diosa de los cabalos o Lug, dios de los artesanos. De este último quedaron infinidad de toponimias, como Lugo, Lugones, Lugoves o Luguei.

West Ireland Coast


Excursión por la costa oeste de Irlanda visitando Galway, acantilados de Moher, islas de Aran, el Burren y Cong.

Guerreros Desnudos

Algunos cronistas escribieron sobre los guerreros celtas que combatían completamente desnudos, tal como nos ha legado cierta iconografía etrusca, griega y romana. A estos se les llamaba "gaesatae" (nombre que deriva de "gae", lanza), y bien pudieran ser una clase especial de guerreros que recibían una formación militar especial que les imbuía una ética de combate en la que enfrentarse a cuerpo limpio venía a ser un símbolo de estar cubierto por la protección de los dioses. Eso, lejos de inferirles algún tipo de fragilidad, ya infundía miedo en el enemigo nada más pasado el momento de curiosidad.


Así aparecieron en batallas recogidas por historiadores, como la de Cannas o la Telamon, en el norte de Italia. O en el saqueo de Roma o en Asia Menor. Tal muestra nudista al parecer se reservaba exclusivamente para la guerra, a tenor de la piel extremadamente blanca con que son descritos.
Polibio los describió en primera línea de la batalla de Clastidium (222 a.C.): "Eran aterradores los gestos y la apariencia de los guerreros desnudos de la vanguardia. Todos fascinantes hombres en la flor de la vida, perfectamente constituidos y que, con su virilidad en alto y adornados con torques y brazaletes de oro, presentaban batalla".

El romano Tito Manlio "Torcuato" recibió su apodo tras vencer en combate singular a un galo que lo desafió desnudo y quedarse con su torque como trofeo.

Algunos historiadores señalan también el factor médico de la desnudez del guerrero: evitar las infecciones que pudieran provocar los restos de tejido incrustados en una herida. Claro que, aun sin desnudarse, antes de un enfrentamiento, los guerreros celtas solían adelantarse para mostrar sus atributos sexuales al enemigo, mientras alardeaban de su historial bélico y les insultaban.

La leyenda de San Adrián y Santa Natalia

Adrián era un centurión de la milicia imperial en tiempos del emperador Maximiliano; estaba casado con la noble Natalia y, siendo pagano, su conversión se produjo mientras custodiaba a treinta y tres cautivos cristianos a los que conducía camino del martirio. Les preguntó por la recompensa que pensaban obtener a cambio del martirio que iban a recibir y ellos le contestaron que sólo esperaban alcanzar la gloria que su dios les había prometido, lo convencieron inmediatamente y, abrazando entusiasta la fe de aquellos valientes, los puso en libertad, pero él fue prendido a continuación por orden directa del emperador y presionado a revelar dónde los había escondido, algo a lo que se negó el neófito. Para que confesara, no sólo fue sometido a los más atroces tormentos, sino que los sicarios trajeron a su esposa, que también era cristiana, aunque lo había mantenido en secreto, para que los presenciara e intercediera en favor de su confesión.

Pero los planes de las autoridades paganas se vieron destrozados cuando Natalia, lejos de intentar convencer a su marido para que abandonase su obcecación, comenzó a darle ánimos para que resistiera a toda costa los suplicios a los que lo sometían, pensara sólo en los bienes celestiales que le esperaban. Los verdugos, finalmente cortaron las manos a Adrián y el mártir murió desangrado, mientras Natalia tomaba una de ellas y la escondía disimuladamente entre su ropa.

Al poco tiempo, la esposa viuda tuvo que huir con otros cristianos para evitar su prendimiento. Con la mano de su difunto marido como único equipaje, se embarcó en una nave que pronto tuvo que enfrentarse a una espantosa tormenta. Fue entonces cuando la mano de San Adrián tomo el mando de la nave y, con sus movimientos, guió a los marineros hasta dejarlos en lugar seguro. Natalia regresó donde había depositado el cuerpo de su esposo, puso la mano cortada junto al cadáver y, despidiendose de los que la acompañaban, se abrazó al muerto y entregó en silencio su alma a Dios. Sus compañeros los enterraron juntos y la Iglesia proclamó también mártir a la esposa fiel.

Coleccionistas de cabezas

Las cabezas cortadas eran el trofeo de guerra más preciado entre los celtas. Regresaban con las cabezas adornando los carros, ensartadas en lanzas e incluso colgando de los cinturones. Después pasaban a formar parte de la decoración de la casa o del poblado.

No era una simple "cosecha de cabezas". Al considerarlas como residencia del alma, eran cortadas antes de que el espíritu abandonara el cuerpo, por lo que no eran simplemente un trozo de carne y hueso, sino un objeto mágico. El espíritu del vencido debía proteger a aquel que de algún modo era su dueño.

Podría decirse que había una auténtica fiebre de coleccionistas y era un gran motivo de orgullo poseer "ciertos ejemplares", como podían ser grandes guerreros o reyes de especial importancia. Eran una de las cosas que se mostraba a los invitados y que incluso llegaban a embalsamar de manera rudimentaria con e caro y escaso aceite de cedro (árbol endémico del Líbano) o en orzas de miel.

Contra más valor y fama haya cosechado el enemigo, más poder se atribuía a su cabeza. Era una manera de reconocer la importancia del guerrero, un homenaje que no merecía otro tipo de personas. Pero el poseedor tenía el poder de mantener aprisionado al espíritu de su oponente vencido. Era el precio de la derrota.

Diodoro escribió: "Cortan las cabezas del los enemigos muertos en la batalla y las cuelgan de los cuellos de sus caballos ... Embalsaman en aceite de cedro las cabezas de sus enemigos más distinguidos y las guardan cuidadosamente en una caja, enseñándolas con orgullo a los visitantes, diciendo que por esa cabeza uno de sus antepasados, o su padre, o el propio individuo rehusó el ofrecimiento de una gran suma de dinero, dicen que algunos de ellos se vanaglorian de haber rehusado el peso de la cabeza en oro".

Las santas ejemplares

Dos caballeros franceses cuyo nombre ya se ha olvidado, si bien se recuerda su alta alcurnia, decidieron emprender el Camino de Santiago en pleno invierno, precisamente la época en que todos los peregrinos rehuían arriesgare a seguir la Ruta, tanto por las condiciones meteorológicas adversas como, sobre todo, por los graves peligros que entrañaba el paso a pie de los puertos pirenaicos. Sin embargo, para os dos caballeros el reto invernal formaba parte de la misma devoción que los guiaba y e enorme sacrificio que suponía era para ellos una prueba mas que querían afrontar en honor al Apóstol al que habían prometido visitar.

Así alcanzaron a duras penas el Summus Portus, el actual Somport, azotado por una terrible ventisca que los obligaba a caminar con nieve hasta la cintura. Apenas sobrepasada la cumbre, se dieron cuenta de que las fuerzas comenzaban a fallarles y que no podían resistir el descenso, totalmente solitario y sin posibilidad de encontrar refugio alguno. De pronto, misteriosamente, atisbaron una luz a poco trecho y al acercarse, en el limite de su resistencia, distinguieron una cabaña iluminada. La cabaña estaba desierta, pero tenía el fuego encendido en el hogar y la tosca mesa se encontraba bien provista de alimentos y bebidas, de modo que saciaron su hambre y calentaron sus ateridos cuerpos.

Convencidos de haber sido objeto de un milagro, los dos caballeros se encomendaron al Apóstol y, devotos como eran de Santa Cristina, prometieron la construcción allí mismo de un refugio para peregrinos que llevaría su nombre. Apenas formularon su voto, surgió de no se supo nunca donde un pajarillo llevando en e pico una cruz de oro, con la que fue marcando con pasmosa precisión los límites exactos del contorno del que, en poco tiempo, se habría de convertir en el primer hospital de peregrinos de aquel paraje por donde se iniciaba el Camino Jacobeo Aragonés.