La leyenda de Santa Orosia

Orosia era, según dicen, una princesa procedente de Aquitania que llegó a aquellas montañas acompañada de un numeroso séquito camino de Toledo, donde estaba destinada a contraer matrimonio con un príncipe godo. Su largo viaje coincidió, sin embargo, con la invasión agarena, de la que ni siquiera tuvieron noticias al emprender su andadura. Así, la comitiva principesca, al pasar por los montes cercanos a la localidad de Yebra, tuvo la desgracia de tropezarse con una numerosa partida de musulmanes que los hizo prisioneros.

El cabecilla de aquella partida, Aben Lupo, se sintió inmediatamente enamorado de la princesa cristiana y la requirió de amores, pero fue rechazado una y otra vez por Orosia, que sentía sobre todo la incompatibilidad de su fe con las creencias de aquel moro que pretendía convertirla al islamismo y casarse con ella según sus creencias religiosas. El enamorado caudilo echó mano de todos los trucos imaginables para convencer a la cristiana y, ante sus firmes negativas, no encontró otra solución que intentar convencerla recurriendo al miedo. Así, en presencia de la virtuosa princesa, hizo degollar a su propio tío y a su hermano, que la acompañaban. Con ello no logró otra cosa que afirmarla en sus convicciones y, finalmente, desesperado por el mismo horror que había despertado en su amada, la hizo también decapitar con todos los demás miembros de su comitiva y arrojó sus cuerpos a una sima cercana.

Santa Osoria
Pasó el tiempo y la poca gente que tuvo noticias de aquella matanza buscó primero inútilmente sus restos y luego olvidó el suceso. Pero un buen día, mientras conducía su rebaño, un pastorcillo de Yebra distinguió luces que salían de una covacha y, al acercarse, sintió que de ella salía un aroma indefinible. Cuando se asomó encontró los restos de los mártires y, entre ellos, el cuerpo decapitado e incorrupto de la princesa Osoria. La noticia corrió por toda la comarca y, muy pronto, el cabildo de la catedral de Jaca reclamó la reliquia de la princesa, que inmediatamente después de ser encontrada fue proclamada santa y comenzó a hacer prodigiosos milagros. El pueblo de Yebra, en cuyo término había tenido lugar el hallazgo, reclamó por su parte el derecho a conservar a su santa y sólo largas conversaciones con la autoridad religiosa abocaron en una solución: Yebra conservaría la cabeza de la princesa mártir, pero el cuerpo sería trasladado a la catedral jacetana, donde habría de recibir el culto apropiado para que su santidad fuera conocida de mayor número de fieles. Y así se hizo. Y, desde entonces, la reliquia de Santa Osoria siguió repartiendo milagrosos favores desde su capilla del templo catedralicio.

El cuerpo de la princesa aquitana se sigue conservando en la capilla especial que se le construyó junto al claustro de la catedral. Esa capilla tiene una disposición muy significativa, porque fue levantada justo a los pies de la gran nave central, de tal manera que su estructura conformaba como los dientes de una llave cuyo cuerpo lo constituiría la nave misma del tiempo. Este simbolismo de la llave se repite en numerosos templos cristianos, y la disposición del enterramiento sagrado llama la atención por el mensaje que transmite. Todo hace pensar que, tanto aquí como en otros lugares con las mismas características, la capilla debía transmitir la idea simbólica de que aquella llave estaba destinada a guardar y a descubrir un determinado secreto a aquellos que fueran capaces de captar debidamente su significado. El secreto en cuestión, en nuestro caso, sería probablemente la identificación del culto a la princesa mártir con sus cultos ancestrales rendidos a personajes femeninos, como la Perséfone de los misterios eleusinos, a los que se traspasaría el papel sagrado antiguamente destinado a las divinidades femeninas de las antiguas tradiciones precristianas: diosas que participaban de la maternidad telúrica y de la pureza y que, con el tiempo, serían absorbidas por la devoción popular mariana, que vino a asumir una parte fundamental de las creencias propiciadas por el cristianismo a partir del siglo XII.

Hoy, el culto a Santa Orosia ha sufrido un considerable retroceso en su vertiente popular, pero, hasta no hace todavía un siglo, la devoción por su reliquia constituyó una de las celebraciones más singulares de aquellos contornos. Porque la santa adquirió buena parte de su fama por sus especiales poderes para sacar los diablos del cuerpo de los endemoniados. Y, así, en los días de su festividad, acudían a Jaca familias enteras acompañando a los pobres que habían tenido la desgracia de caer poseídos por el diablo, para invocar los favores de la reliquia.

El ritual que se llevaba entonces a cabo, y que era precedido por una procesión durante la cual se conducía a los endemoniados hasta la catedral, consistía en atarles a aquellos desgraciados cintas de colores a los dedos y dejarlos juntos durante toda la noche y en la mas absoluta oscuridad en a capilla de Santa Orosia, entregados a sus terrores y a sus histerias. A la mañana siguiente salían magullados y medio muertos después de aquella experiencia colectiva. Entonces, los familiares procedían a contar las cintas que se les habían desprendido de los dedos. Y cada cinta suelta era, según fama, un diablo que había abandonado su cuerpo.

El Olimpo de los dioses celtas y los guerreros de piedra

Y será en la cima del mencionado Pindo, al que "... le convierte admirablemente el nombre de monte Pindo y creo que será antiguo y que se le habrá puesto a imitación del Pindo de la Grecia", donde el intelecto popular sitúe el Olimpo de los dioses de los invasores celtas. La sierra de O Pindo es un accidente montañoso de carácter rocoso que presenta muchas dificultades para el viajero que la quiera recorrer a pie, y que cae abruptamente al mar. Está situada en el ayuntamiento de Carnota, una localidad marinera con topónimo celta, pues "carn" significa "piedra", conocida por el arenal que discurre por su costa que tiene a gala ser el mayor de Galicia con sus siete kilómetros de largo. Al norte del macizo de O Pindo desciende al mar un río, el Xallas, que hasta la construcción de la central eléctrica desemboca sus aguas directamente al océano en una cascada de más de cien metros de altura, acontecimiento único en Europa ...

... cae no haciendo salto o catarata, sino precipitándose
y haciendo cascada y haciendo un pozo de inmensa profundidad,
y peligroso y levantando como un monte de espuma
pues el Ézaro lleva mucha agua.

                                                              Padre Sarmiento 

Allí, al pie del fin del mundo conocido, descansarían los dioses y hacia este lugar irían las almas de los guerreros muertos en la batalla. El propio monte, en realidad una sucesión de agrestes cimas, desde siempre ha ejercido una atracción especial en el folclore local, alimentando leyendas y ubicando en él lugares mágicos relacionados con sacrificios, fertilidad y muerte, pero también con fabulosos tesoros como el de la misteriosa Reina Lupa, ligada, como veremos, con la traslación del cuerpo del apóstol Santiago al lugar de su definitivo enterramiento: Copostela. La curiosa morfología del roquedo ha adquirido en la mentalidad popular formas antropomórficas y es abundante la identificación de éstas con representaciones humanas. Así, la visión de la cima del Pindo nos presenta multitud de antiguos guerreros petrificados que han encontrado en sus alturas la última morada teniendo como eterno compañero al crepúsculo.

Monte Pindo
En las Rías Baixas la península de Bardanza es un promontorio montañoso que separa las rías de Muros-Noia y Arousa, resistiéndose a morir en el océano formando una postrera estela de islotes conocidos como islas Sagres que, junto a la isla de Sávola, protegen la ría de Arousa del embate oceánico en su ribera norte. Barbanza es un territorio de poblamiento primitivo que presenta un importante patrimonio arqueológico y abundante folclore ligado a sus pobladores más antiguos. En estas tierras no sólo han dejado un enorme patrimonio pétreo sino innumerables mitos y leyendas, una de las cuales relaciona la formación de este pequeño archipiélago en torno a Sálvora con la penetración de los pueblos celtas que llegaron por el mar.

En el principio de los tiempos, este territorio estaba bajo la protección de un encantamiento que frenaba los posibles deseos de conquista de los pueblos belicosos ya que aquellos que se arriesgasen a ignorarlo quedarían convertidos en piedras. Mas la osadía de los celtas tuvo su justo premio al cumplirse el encantamiento salvándose sólo uno de sus jefes, Saefes, que para evitar sufrir el mismo destino que sus tropas se casó con Forcadiña, la hija del jefe de los oestrimnios, pobladores de estas tierras, teniendo un hijo al que llamaron Noro. Descubierta la treta, el hechizo se apoderó de la pareja y de su hijo. Saefes quedó transformado en el peñasco conocido como "Home de Sagres" con la lengua rajada en siete pedazos (las conocidas como "Sete língoas"), corriendo su mujer e hijo la misma suerte al convertirse para la eternidad en los islotes de Forcadiña y Noro.

Pero no está sólo Saefes en su hechizo ya que todo su ejército lo acompaña, convertidos en peñas e islotes, esclavos del encantamiento hasta el final de los tiempos.