Las piedras que adivinan, sanan y protegen

En el borde del fin del mundo y dejando a sus espaldas el Mar Tenebroso, como secularmente lo han hecho sus antepasados, hombres y mujeres se sitúan sobre la gran losa de piedra con forma de barca e intentan lograr su movimiento balanceandose sobre a misma. La Pedra de Abalar, con sus vecinas Pedra dos Cadrís y Pedra do Timón, quizás forman parte del mayor altar litolátrico del occidente peninsular. Situado en un abrupto litoral costero conocido como Costa da Morte, allí donde se terminaba el mundo antiguo y el victorioso conquistador romano hincó sus rodillas ante los dioses para disculpar su ofensa al observar cómo el sol era devorado por las aguas.

Pedra de Abalar
Desde el principio de los tiempos el hombre ha otorgado un carácter religioso y desarrollado un auténtico culto a las piedras. A éstas no sólo se le han concedido poderes curativos o adivinatorios, sino que debido al profundo peso que desempeñan en la cultura tradicional el cristianismo se vio obligado a retomar esas creencias y auspiciarlas bajo el manto protector de la nueva fe. En Galicia, tierra de profundas y antiquísimas tradiciones populares, podemos seguir las pistas a esas doctrinas milenarias, y entre ellas destaca sin duda alguna el culto a las piedras, ya que en este territorio tienen una naturaleza sobrehumana, pues representan lo eterno, lo inalterable. La piedra ha sido desde el principio el primer instrumento que ha utilizado el hombre, en ella se hacen sacrificios a los dioses, se amortajan a los muertos, se reencarnan los hombres, se observan concesiones divinas ...

Estamos en el conjunto de A Barca ante un ejemplo más del culto ancestral que ha sido solapado, aculturado, por la fe cristiana. De hecho se combinan o asocian las presencias de una piedra de carácter adivinador (la Pedra de Abalar) y otra de carácter sanador (Pedra dos Cadrís): las primeras tienen una gran importancia en la mentalidad popular gallega, pues no en vano las "pedras de abalar" (piedras que se mueven) tienen una presencia destacada en la relación de la cultura tradicional con el mundo lítico. Antes de la cristianización a estas piedras se les otorgaban poderes adivinadores y a ellas se recurría para que su sabiduría diese dictamen sobre juicios, litigios o controversias. Era la suprema decisión y en su mano estaba el si o el no, la sentencia divina, ya que la particularidad de su movimiento tenia naturaleza celestial.

Las piedras sanadoras del mismo modo no son figuras exclusivas de a mentalidad popular gallega sino que su presencia está muy extendida por los cinco continentes. Era creencia primitiva que algunas piedras tenían la facultad de curar algunas dolencias y la Pedra dos Cadrís, quizás por su propia forma, desarrolló en la mente popular la certeza de su capacidad para curar las dolencias del riñón, las lumbares y el reúma. Pasar por su oquedad nueve veces y una más produce alivio o curación de tales males.

Pedra dos Cadrís
Estos cultos primitivos llegaron a calar de tal manera en el subconsciente del pueblo que no pudiendo ser eliminados por el cristianismo, hubieron de ser referidos en la nueva fe. Las arcaicas devociones relacionadas con las piedras de Muxía fueron ligadas en la Edad Media a la tradición jacobea. No se tienen datos certeros sobre la fundación Muxía como núcleo de población. Lo que sí se conoce es su relación con el monasterio de San Xiao de Moraime (parroquia perteneciente al municipio de Muxía) durante la Edad Media hasta que el emperador Carlos V lo permutó con los monjes para que se acogiese a la jurisdicción de realengo por el interés que tenía para la corona como puerto de comunicación con Inglaterra. De su dependencia de la abadía se apunta al origen de su nombre: monxía, que derivo a Muxía. Esta localidad fue testigo de los ataques normandos y de piratas que se atrevían a navegar por las peligrosas aguas de la Costa da Morte, con el único fin de saquear las riquezas del monasterio de Moraime. Los habitantes del lugar continúan viviendo en la actualidad muy relacionados con el mar y sus productos más preciados: el marisco y la pesca con métodos tradicionales (pesca do pinxo o pesca con anzuelo en pequeñas embarcaciones que faenan en pesquerias cercanas a la costa), en una franja costera muy hostil que continuamente se cobra vidas de marineros y pescadores. Estas faenas ya se realizaban en el medievo por los habitantes de la costa para abastecer al monasterio, uno de los más poderosos de la zona debido, fundamentalmente, a su relación con Compostela que lo identificaba como final del "camino", pues este litoral recibía la visita de peregrinos que buscaban en sus aguas la vieira, señal acreditativa de haber peregrinado hasta el sepulcro del Apóstol. El propio Santiago llegó hasta los confines del mundo en su labor evangelizadora y, estando absorto en la contemplación del inmenso océano, observó una barca de piedra sobre las aguas encrespadas que las olas depositaron suavemente en el roquedal. De ella descendió la Virgen, que se acercó al Apóstol para animarle en su labor, y cuando ésta le hubo abandonado quedaron ubicadas sobre el litoral la vela (Pedra de Abalar), la barca (Pedra dos Cadrís) y el timón (Pedra do Timón) que aún hoy podemos contemplar en los peñascos entre el mar y el santuario.

Muxía
Hoy, a Barca es uno de los principales lugares de devoción mariana de Galicia y lugar de multitudinaria romería que se celebra en el domingo seiguiente al 8 de septiembre. Ahora es la Virgen a través de la piedra quien simbólicamente se comunica con sus fieles, pues es ella quien la hace mover, o es su manera de comunicar que está produciendo un milagro, o niega su movimiento por no haber suficiente fe en los que se encuentran sobre la misma; multitud de hechos explican el movimiento de esta losa trabajada por los mares y los vientos. Y es que esta roca de cerca de nueve metros de largo por casi otros siete de ancho, desde el principio de los tiempos, ha prodigado una permanente atracción y su especial estruendo ha acunado en las mentes de los creyentes multitud de explicaciones bienaventuradas:

Veño da Virxe da Barca
veño de abalar a pedra
tamén veño de vos ver
Santo Cristo de Fisterra.

Costa da Morte
En otro lugar del litoral situado mas al norte se levanta el santuario de Pastoriza/Arteixo (A Coruña), donde  O Berce Da Virxe presenta una oquedad en el pedregal en la que los fieles se deslizan para buscar protección divina, ya que en este lugar la imagen de la Virgen encontró refugio para salvarla de invasiones gentiles (normandas o musulmanas). La leyenda del origen del santuario (Pardo Bazán, la leyenda de Pastoriza) enlaza con la conversión de los suevos al cristianismo, por lo tanto con los primeros pasos de la nueva fe en Galicia, al ser levantado por el rey Requiario sobre un lugar de culta pagano. Otra vez, las características del roquedo posibilitan el desarroyo de un sancta sanctorum en el que desde tiempos primitivos se busca la protección de las divinidades simbolizadas en la piedra.
 
El peregrino no se detiene en Muxía sino que, bordeando uno de los parajes más espectaculares y salvajes del paisaje gallego, se dirige hacia Fisterra. En el trayecto observará hacia poniente la inmensidad del océano Atlántico bañando con sus aguas grandes arenales o pequeñas calas, golpeando con furia los acantilados rocosos de los cabos Touriñán o de la Nave. También podrá ver numerosas cruces de piedra ubicadas en los bordes de los acantilados, son las cruces de ribeira, erigidas en memoria de algún naufragio que se cobró vidas humanas, y por su abundancia llevaron a bautizar este litoral con el nombre de Costa da Morte. Recorrerá las tierras de Duio, la antigua Digium capital de los Nerios, sin saber a ciencia cierta si al caminar por el arenal pisará la ciudad que, construida sobre palafitos, quedó sumergida sin dejar rastro; pero algo quedó, restos arqueológicos como utensilios de la vida cotidiana de los pobladores de la zona, tramos de calzadas probablemente romanas, monedas de los primeros siglos de nuestra era ... Estudios tectónicos de esa parte del litoral nos hablan de movimientos no comunes en tierras y montañas tan viejas como las del resto de la cornisa atlántica. Todo ello no hizo sino alimentar las creencias en una más de las ciudades "asulagadas" de las que tanto se prodigan en la tradición maldita de la mitología celta.